El pasado domingo 02 de junio de 2024, en la iglesia San Judas Tadeo de Managua, se llevó a cabo el bautizo de Camilo Noé Daniel Salas Ortega, hijo de Camila Ortega Murillo y Noé Salas Cisneros. Este evento familiar ha adquirido una relevancia notable en los medios oficialistas nicaragüenses y ha sido enmarcado en el contexto de la “dinastía de los Ortega” y la continua sucesión del poder dentro de la familia Ortega-Murillo.
La ceremonia religiosa fue celebrada por los sacerdotes Julio Arana y Rafael Ríos. El padre Julio Arana, párroco de la iglesia San Judas Tadeo, y el padre Rafael Ríos, de Jinotega, tuvieron el honor de administrar el sacramento del bautismo. La celebración fue ampliamente cubierta por medios oficialistas, destacando la presencia de los hijos y nietos del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo.
Según el comunicado oficial, firmado por Ortega y Murillo, se expresó el agradecimiento a Dios y la alegría por el bautizo de su nieto: “Con alegría y agradecimiento a Dios, celebramos el bautizo de Camilo Noé Daniel, hoy”. Sin embargo, en las fotografías divulgadas del evento no se observa la presencia de Ortega y Murillo, quienes se limitaron a enviar una nota oficial saludando el evento.
La presencia de los hijos de Ortega y Murillo en el bautizo, junto a sus respectivas parejas e hijos, refuerza la imagen de una familia unida y consolidada en el poder. Los medios oficialistas han mostrado fotografías donde aparecen los hijos Juan Carlos, Daniel Edmundo, Rafael Antonio y Laureano Facundo Ortega, junto a sus cónyuges e hijos. En total, se observa a unos 26 nietos del presidente, aunque destaca la ausencia de Ariana Guadalupe, hija de Rafael Ortega, que se encuentra en el extranjero.
Este tipo de eventos familiares, exhibidos públicamente, han sido interpretados por algunos analistas como una estrategia para afianzar la imagen de la familia Ortega-Murillo en el poder y perpetuar la sucesión dentro del ámbito familiar.
La divulgación del bautizo de Camilo Noé Daniel Salas Ortega ha generado diversas reacciones. El periodista Israel González Espinoza, especializado en temas religiosos, ha calificado la exposición mediática del evento como una forma de “manipulación religiosa”. Según González, “lo que hace la familia Ortega-Murillo al exponer un acto religioso que debería ser estrictamente privado y familiar, forma parte de la dinámica de querer vender una falsa imagen de catolicismo piadoso y de respeto por la fe de la inmensa mayoría del pueblo”.
Esta opinión se enmarca en un contexto de tensión entre la administración sandinista de Ortega y la iglesia católica en Nicaragua. En los últimos años, el régimen ha llevado a cabo una campaña de persecución contra la Iglesia y sus sacerdotes, incluyendo el encarcelamiento y destierro de más de 15 religiosos. El bautizo del nieto de Ortega-Murillo, por tanto, se ve como un intento de utilizar la religión para fines políticos, algo que ha sido criticado por diversos sectores de la sociedad nicaragüense.
Los sacerdotes y su relación con el régimen sandinista
El papel de los sacerdotes Julio Arana y Rafael Ríos en la celebración del bautizo también ha sido objeto de escrutinio. El padre Ríos, de la Iglesia Maximiliano María Kolbe de Jinotega, ha sido señalado por feligreses como un aliado del régimen, mientras que el padre Arana es visto como un hombre de confianza del cardenal Leopoldo Brenes. Ambos sacerdotes han sido criticados por su aparente cercanía con la dictadura sandinista.
Emiliano Chamorro, otro periodista nicaragüense, ha mencionado que estos sacerdotes forman parte de un grupo que recibe beneficios del régimen, destacando entre ellos a los sandinistas Bismarck y Boanerges Carballo.
El bautizo de Camilo Noé Daniel Salas Ortega, más allá de ser un evento familiar, ha sido utilizado como una herramienta para mostrar la unidad y continuidad del poder en la familia Ortega-Murillo. En un contexto de represión y persecución contra la iglesia católica, la exposición mediática del bautizo ha sido vista como un intento de manipulación religiosa, generando críticas y controversia. Este evento subraya la estrategia del régimen de utilizar actos familiares y religiosos para consolidar su imagen y perpetuar su poder en Nicaragua.